Tete y Pequeño (por El Espía Enemigo)

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Tete y Pequeño (por El Espía Enemigo)

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Tete y Pequeño (por El Espía Enemigo)


Guardo poco recuerdos de mi infancia. No fui un niño infeliz, pero el modo acelerado de vida que llevo ha logrado dañar mi memoria.
Los recuerdos más presentes de mi época infantil son, sin duda, todas las ocasiones en las que mi padre me llevaba al bar La Tertulia. Agarrado de su mano, me sentía alguien especial cuando traspasábamos la puerta y todos los clientes nos saludaban afectuosamente. Me creía importante por el hecho de estar rodeado de gente adulta , y que me prestaran tanta atención.
Ese mítico bar era el punto de salida hacia el campo de Altábix las jornadas que el Elche jugaba en casa; años después, lo fue para el Nuevo Estadio. Esas tardes se juntaba en La Tertulia la flor y nata de la afición ilicitana: veteranos exjugadores, supervivientes de los viejos tiempos, jóvenes que empezaban a seguir al Elche; padres de familia que disfrutaban de la tarde, libres de obligaciones para asistir al partido con tranquilidad.
No recuerdo con demasiada exactitud todos los partidos de fútbol que presencié durante la infancia, siempre acompañado de mi padre. Con los años he visto miles de partidos, y los encuentros de mi época infantil están superpuestos unos a otros en mi deteriorada memoria.
Sin embargo, recuerdo con mayor precisión las conversaciones futbolísticas que tenían lugar en La Tertulia. Se hablaba de fútbol; solo de fútbol. Además de la Liga española, eran tema de debate y discusión los campeonatos comarcales, el fútbol internacional, la Copa de Europa, las selecciones; en fin, cualquier acontecimiento en el que rodara un balón.
Y por supuesto, todos los parroquianos, tenían voz y opinión propia. Las discrepancias eran muchas, y en multitud de ocasiones se perdían los nervios; sonaba una palabra más alta que otra.


-¿Qué haces? Llevas rato escribiendo –preguntó Tete cuando entró en la habitación.
-Aquí estoy, dándole a la tecla, por si sale algo.
-¿Algún trabajo para la universidad?
-Si eso fuera, no estaría tanto tiempo –sonrío Pequeño-. Hay un concurso de relatos futbolísticos en el foro. Por lo menos tengo que intentarlo.
-¿Lo acabarás hoy?
-No fastidies, Tete –Pequeño suspiró hondo. –No sé por donde empezar. Me gustaría contar la anécdota de papá el día del Elche-Cádiz.
Ahora Tete sonreía, miraba divertido a su hermano.
-A la salida del campo, después de la derrota, papá le pegó un puñetazo a la ventanilla de su coche –recordó el hermano mayor, con la sonrisa dibujada en sus labios-. Pero eso no va a gustar; es violento, triste.
-Se hizo mal a el mismo, que se rompió la mano. Fue un arrebato comprensible por la rabia e indignación -argumentó Pequeño.
-Cuánto tiempo ha pasado. Recuerdo que le pinté en la escayola un escudo del Elche. ¿No has pensado algo de la Final de Copa?
Tete tomó asiento al lado de su hermano. Comenzó a animarse y quería ayudar a Pequeño, dándole todas las ideas posibles para que escribiera un relato.
-Era mi primera idea –reconoció Pequeño-. Pero son demasiados sentimientos juntos.
-¡Pues escribe algo sobre la franja! –exclamó Tete, ilusionado.
-¿Sobre la franja? –interrogó Pequeño con mirada de extrañeza.
-La franja verde –explicó Tete-. Piensa algo divertido de la franja y cómo llegó a formar parte de nuestra camiseta.
-Déjalo, no pienses más – sentenció Pequeño.
No se dio por vencido Tete.
-Pues escribe sobre El Negre.
-Que lo dejes ya. Ni siquiera existió.
El enfado de Pequeño por los, según él, absurdos argumentos que proponía su hermano, pasó a transformarse en indiferencia. Que hablara hasta que se cansara; ya pensaría a solas.
-Pues claro que existió – afirmó Tete-. El abuelito, el tío, o papá, jamás nos mentirían.
Un pequeño temblor invadió las piernas de Pequeño. Conocía esa sensación; se concentró en las palabras de Tete.
-Juan El Negre. El mejor jugador de las categorías inferiores del Ilicitano de la época dorada –continuó Tete-. El día que tenía que pasar la prueba definitiva para ascender al primer equipo, no se presentó.
-Según mucha gente, el mejor jugador de fútbol de Elche de todos los tiempos –añadió Pequeño, sintiendo la necesidad de volver a teclear.
Tenía una idea.
-No está claro que le sucedió a El Negre el día de la prueba –explicaba con misterio Tete-. Cuentan que la noche anterior los miembros de un equipo rival al que humilló y goleó, le reconocieron en un antro y le pegaron tal paliza, que no volvió a tener ganas de tocar un balón.
Entre los dos, recordaron casi todas las teorías que habían escuchado del desplante de El Negre: una novia que no le dejaba jugar; que marchó en un buque militar; que discutió fuertemente con el entrenador.
-Ahora es cosa mía. Ya sé por donde empezar.
Intercambiaron una mirada cómplice. Hermanos unidos por lazos de sangre y amistad.
-Tete –interrogó muy serio Pequeño-. Dime la verdad. ¿Ascenderemos este año a Primera División?
Esperaba la respuesta como quién espera una revelación divina.
-No lo sé –confesó
Se dibujó en el rostro de Pequeño una mueca de disgusto.
-Es como el final de El Negre; cada uno creía en su propia historia. Si tu piensas que subimos, es cosa tuya. Nadie puede corregirte.
Pequeño asentía, orgulloso de su hermano.
-Cuando acabes, me lo enseñas –se levantó Tete para marcharse de la habitación.
-Claro que sí.

El único tema que otorgaba una cierta unanimidad en las opiniones, era el referido al honor de ser considerado el mejor jugador de la historia del fútbol. Qué se dice fácil.
Sin duda, para la gran mayoría, Juan El Negre, delantero veloz, con un quiebro mortal y con un chut de balón imparable, además de hijo del pueblo de Elche, y formado en la cantera del glorioso C.D. Ilicitano.
Así de rotundo afirmaba cualquiera que alguna vez disfrutó de su juego.
Pero desaparecía toda la unanimidad en el momento que se trataba de explicar que fue de este gran futbolista, y porqué nunca llegó a triunfar en la competición de alto nivel.
Muchos años de investigación me han llevado hasta la verdad.
Lo noche antes de la prueba definitiva para jugar en el primer equipo, El Negre. . .
Saludos del equipo de Punto Deportivo.

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